domingo, 30 de enero de 2011

PRIMAVERAS Y OTOÑOS


Acabo de concluir la lectura de PRIMAVERAS Y OTOÑOS, de Baltasar Porcel (Compactos-Anagrama, 238 páginas).

En un apartado rincón de Mallorca, la familia Taltavull se ha reunido para la cena de Nochebuena en el viejo caserón familiar. Durante una larga noche se irán hilando las conversaciones y los recuerdos de las generaciones reunidas para la fiesta: leyendas tan antiguas como la del buque fantasma, anécdotas narradas por los pa-rientes viajeros, viejas disputas entre clanes, toda la picaresca de la guerra civil, los amoríos, ensoñaciones y rivalidades, irán cobrando vida mientras se sirve un opíparo banquete. Primaveras y otoños es un retrato cáustico y tierno de Mallorca y los mallorquines así como de todo ese mundo mediterráneo, que Porcel ha recreado aquí con una prosa sensual. Pero nadie cuenta historias por contarlas, sino para entender el mundo, sobre todo esas zonas oscuras –el sexo, la muerte– que desde la Grecia antigua obsesionan a los diversos pueblos de este mar. Premio Sant Jordi de novela.



Baltasar Porcel y Pujol (Andratx, Mallorca, 1937 - Barcelona, 2009) es uno de los escritores de más envergadura de toda la historia de la literatura catalana. Tanto por la calidad de su obra como por su versatilidad y cantidad. Se conoce a Porcel principalmente como novelista aunque también ha cultivado – sólida, audaz y rigurosamente- otros muchos géneros: teatro, cuento, crónica de viajes, ensayos históricos y políticos, entrevistas a personajes importantes en el mundo político y artístico, así como artículos de opinión, que practica a diario desde 1982 en La Vanguardia, en una columna en que la reflexión inmediata – y, a menudo, controvertida – suscitada por la coyuntura del día a día no impide un análisis profundo ni un pensamiento de gran alcance, sólido y complejo.

Andratx y Mallorca, pueblo e isla dónde Baltasar Porcel nació y pasó sus primeros años de vida, padecieron, durante las décadas de los 40 y los 50, las penurias de una posguerra (la guerra civil duró del 36 al 39) que, de hecho, no hicieron más que acumularse a una larga serie de penurias históricas, incluyendo desde una pobreza casi endémica hasta la inevitable dureza que comportaba el trabajo de campo. Andratx, donde creció Porcel, era un lugar dominado por la naturaleza, la presencia del mar, los montes, los chaparros, los ciclos del campo. También eran fundamentales los lazos familiares, el calor clánico, las fetes experiencias en el mar, batallas de piratas turcos y norteafricanos – de unos antepasados que, a través del recuerdo relatado de aquellos que los conocieron, permanecieron vivos. Era un mundo en que predominaba la fatalidad, y la subsistencia era el único objetivo, aunque también se daban oportunidades para los más osados y ambiciosos: la emigración a Cuba o el contrabando, por ejemplo. O la lectura y la ambición literaria. Ese ambiente y estos elementos tuvieron unos efectos decisivos en Porcel, no sólo en su personalidad, sino también en toda su obra: buena parte - ¿la más importante? – de su obra novelística consiste en la recreación mística – apasionada y aventurera, imaginativa y trágica a su vez – de esa Mallorca atávica y arisca.

A los diecisiete, Porcel se traslada a Palma, donde frecuenta ciertas tertulias literarias y entabla una fuerte relación con Llorenç Villalonga. Sin embargo, siente decepción por el mundo cerrado y algo provinciano de Palma y decide partir a Barcelona. Aunque ya había visto publicadas sus primeras obras – Los condenados , Solnegro – y recibidos sus primeros premios, encarrila totalmente su vocación cuando se instala en la capital catalana. Además, la casualidad quiso que Porcel asistiera al Consell de guerra celebrado contra Jordi Pujol, futuro presidente de la Generalitat de Catalunya, lo cual fue inicio de una larga amistad y una complicidad política que duro muchos años. A finales de los 60, Porcel empieza a colaborar en las revistas Serra d'or y Destino , en que destacan sus entrevistas a grandes personajes catalanes y españoles de la época. Así conoce a Josep Pla, que se convierte, más que Villalonga, en su gran maestro: modelo de profesional consagrado al propio trabajo, autor de una vasta y laboriosa obra.

A finales de los 60 y principios de los 70, Porcel abre definitivamente su campo de acción. En el autor despierta el interés por los grandes acontecimientos que tienen lugar alrededor del mundo, desde el París de mayo del 68 pasando por la China de Mao y la California hippie ; países y sucesos que el autor conoce de primera mano debido a sus innumerables viajes que le proporcionan un enorme material literario. Paralelamente a esta vida cada vez más agitada y expansiva, Porcel se consolida como novelista poderoso ( Caballos hacia la noche , uno de sus grandes hitos, del 75) y como intelectual a tener en cuenta, sagaz e incisivo, con capacidad y lucidez para incidir y maniobrar en la realidad.

Es así como se definen los tres planos de actuación vital e intelectual de Baltasar Porcel, que son: a) la Mallorca íntima que el creador convierte en novela; b) la Cataluña y la España sociopolíticamente convulsas y complejas que el opinador cuenta e influye (en que destaca, por su relevancia, la amistad que unió Porcel con el rey Juan Carlos durante la transición y la primera época democrática); c) el vasto mundo que conoce de pies a cabeza el viajero impenitente. Precisamente, es a finales de los 70 y principios de los 80, cuando Porcel queda marcado tanto a nivel íntimo como creativo por su gran hallazgo: África negra, lugar donde viaja reiteradamente y que queda plasmado en el año 1984 en una de sus novelas a caballo del clásico de aventuras y de la letanía existencial, titulada Les illes encantades ; una recopilación del material de no-ficción con el que había dibujado y relatado las Baleares y su relación con estas. Las Baleares, patria de origen, y el mundo como patria de llegada; las novelas como el eje de una obra en que libros de otros géneros también adquieren una enorme calidad: Porcel es hijo y hermano, sin lugar a dudas, de todos los creadores que aspiraron a lo absoluto.

Durante los 80 y los 90, el autor de Antratx participó activamente en la dinámica del mundo sociopolítico catalán y español. Seguía escribiendo en la prensa, colaborando – desde la crítica constructiva con el presidente Pujol, y seguía escribiendo sus novelas que le seguían aportando más premios. En el año 1988 gana el Sant Jordi con Primaveras y otoños , el núcleo fundamental junto con Corazón de jabalí de lo que se ha llamado como “el mito de Andratx”. Durante esos meses Porcel funda i dirige, además, l'Institut Català de la Mediterrània , una apuesta personal a favor del conocimiento y la interrelación entre los pueblos del Mediterráneo.

De este fervor mediterráneo, que Porcel siempre ha abanderado, surge uno de sus libros más espectaculares: Mediterráneo . Tumultos del oleaje , sería para el Mediterráneo lo mismo que El Danubio de Magris para el gran río homónimo.

A partir de sus experiencias como agente del sistema sociopolítico Porcel ha elaborado un tipo de novela que nada tiene que ver con el mito de Mallorca o con las aventuras del mundo que durante las décadas de los 60, 70 y 80 predominan en su obra. Un tipo de novela realista, cruda y brutal aunque también sarcástica y burleta, a menudo protagonizada por personajes amargos, abatidos y cínicos que analizan y relatan con sórdido desencanto las miserias de una vida barcelonesa en cuestión ( Lola y los peces muertos , Ulises en alta mar ) y la Mallorca devastada por el turismo ( Olympia a medianoche ).

Estas obras se convierten en la prueba definitiva de la heterogeneidad del talento de Porcel: antiguo y moderno a la vez, comparable a Homero y Heráclito así como a Faulkner, Camus y Céline. En el 2007, recibe el Premi d'Honor de las Letres Catalanes .

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